Desde 2011, la industria enfrenta una disminución en la demanda y se anticipa que las dificultades podrían prolongarse durante la próxima década.
En lugar de grandes diamantes protagonizando anillos o colgantes, hoy los compradores se inclinan por joyas que incorporan un mayor número de piedras preciosas, aunque de menor tamaño y, por lo general, de calidad inferior. Se trata de una tendencia beneficiosa para ambas partes, ya que los minoristas también encuentran en esto una manera de reducir sus gastos y optimizar sus recursos.
Uno de los principales inconvenientes –además de la necesidad de abaratar costos por parte de los pequeños comerciantes– es que el público asiático, motor de buena parte de la demanda, muestra cada vez menos resistencia a adquirir piezas de calidad más baja. A esto se suma otro fenómeno: el cambio de mentalidad respecto al lujo entre los consumidores más jóvenes, quienes prefieren destinar su dinero a productos tecnológicos antes que a gemas.
Como consecuencia, la presencia de diamantes en la industria joyera ha sufrido una disminución constante hasta niveles que no se observaban desde hace casi diez años. Esto no sólo representa un problema para las compañías mineras, sino que también explica por qué el sector joyero ha tenido dificultades para expandirse en los últimos tiempos: el monto destinado a artículos con diamantes se ha mantenido en unos u$s 80.000 millones desde 2014, según datos de De Beers. Aunque en los últimos meses hubo un repunte en el precio del diamante en bruto, aún se mantiene un 40% por debajo del récord alcanzado en 2011, de acuerdo con Bloomberg.
Este crecimiento débil obligó a los productores a reaccionar: en 2017, por ejemplo, la empresa De Beers tuvo que incrementar su presupuesto publicitario hasta u$s 140 millones, el más alto en diez años. Además, el sector creó en 2015 la Asociación de Productores de Diamantes como un esfuerzo conjunto para impulsar la comercialización de estas piedras preciosas. Mientras tanto, algunos consultores se atreven a anticipar que los indicadores de la industria continuarán estancados por lo menos otra década si no intensifican sus estrategias para atraer a los consumidores.
